MÚSICA PARA EL ALMA

lunes, 15 de septiembre de 2025

CORTO SILENCIO




CORTO SILENCIO


Nada. Ninguna palabra.


Pero se dice todo,

en un corto silencio.


Un verso.

Un corto silencio

para el mundo.


Toda la poesía

para mi alma,

en un corto silencio.

domingo, 14 de septiembre de 2025

HASTA EN LA DESGANA




DESGANA


Ahora todo parece cansado.

Hasta el viento no tiene ganas

de soplar esta triste mañana.


Y mi alma no quiere

cantar su fragoroso silencio.


Mi corazón tampoco acompaña

en sus latidos la música

poética de mi camino.


Y me siento exhausto,

como una hoja de otoño

cuya primavera agostada

ya no aguanta en la copa

de un árbol mustio.


Ahora todo parece cansado.

Todo es pura desgana.


Y sin embargo, mis letras

no se fatigan.


Hasta en la desgana,

grita rebelde al cansancio

mi poesía. 

sábado, 13 de septiembre de 2025

COMO SIEMPRE, COMO NUNCA




COMO SIEMPRE, COMO NUNCA


Como siempre, llegas contigo,

pero lejos de ti.


Como nunca, te amo

pero no llego a quererte.


Como siempre,

eres poesía y nostalgia.


Como de costumbre,

un beso al viento.


Como nunca, te amo. 

viernes, 12 de septiembre de 2025

CEGUERA VISIBLE




MALDITA CEGUERA VISIBLE

 

Ahora me viene a la memoria aquel famoso libro de Saramago, titulado Ensayo sobre la ceguera, en que el autor portugués hablaba de cierta subrepticia ceguera que no se manifestaba en lo físico, sino en una especie de sibilino manto lechoso que iba encegueciendo a quien se contagiaba de una dolencia desconocida. Tal vez, un letargo de conciencia. Todo ello  sucede mientras observo a mi alrededor y solo veo gente cabizbaja. Gente triste, incapaz de alzar la mirada del suelo. Gente que ve muchas cosas en sus pantallas, pero no es capaz de sostener la mirada en otra mirada sincera durante más de dos segundos. Ya decía alguien que una cosa es ver y otra cosa, que transciende la capacidad de visión de nuestros ojos, es mirar. Porque el hecho de mirar implica detenerse. Implica calmarse un poco, detener tal vez la mente, y observar lo que acontece alrededor para que el alma se impregne de la esencia de ser natural y humano, más allá del mundanal ruido cotidiano y los imperceptibles rayos de sombra y angustia que azotan una felicidad que nunca parece llegar. Y eso es casi una utopía en un mundo en el que todo son prisas por llegar a ninguna parte y poco tiempo para parar un momento y mirar. El mar, las olas, la naturaleza. Lo que sea que se pueda mirar en calma.

Todos ven. Las pantallas de sus móviles; la guagua que llega a toda prisa a la parada; los escaparates de moda; las estanterías de los supermercados en que endulzar el tacto y el gusto; las redes sociales para no parar de recibir ese chute de dopamina instantánea que todo el mundo quiere. Pero pocos miran. Ahora cae la tarde, y así como se oculta el sol, se esconden tras una máscara de cansancio las miradas tristes. Los rostros de resignación de una multitud de viandantes con el único rumbo conocido: trabajo, casa, casa trabajo. Todos ven, pero pocos miran. Y ahora solo puedo preguntarme si soy el único de que se percata de que, imperceptiblemente, ese manto lechoso está encegueciendo las miradas ajenas y la mía propia, por mucho que trate de ir un poco más allá siempre. ¿Será que este mundo, tal vez, adolece de ceguera visible? ¿Será que ya se ha dormido nuestra conciencia de ser y no nos queda mirada para dar, sino una maldita ceguera visible?


martes, 9 de septiembre de 2025

BENDITO OLVIDO



BENDITO OLVIDO 


              Corría el mes de septiembre de 2009. Aquel día se levantaba tras el horizonte y amanecía como un acontecimiento que cambiaría el rumbo de mi existencia: ennegrecido y lúgubre. Arrancaba con la característica "panza de burro" que se suele dar con frecuencia ese mes del año en Las Palmas de Gran Canaria, aderezada con algo de llovizna. Y mi madre, por aquel entonces, llevaba algún tiempo padeciendo una profunda depresión por la que se le había diluido esa maravillosa sonrisa angelical que era capaz de encandilar la más oscura de las auras. Mi padre acababa de llegar del neurólogo y era portador de terribles noticias: habían diagnosticado alzhéimer a mi querida madre. Mi mundo no tardó en derrumbarse como un castillo de naipes ante un simple chasquido de dedos. Aunque yo ya tenía otra teoría en ese sentido, no pude evitar derramar algunas lágrimas. Mi madre definitivamente se apagaba como la trémula luz de un quinqué, y era imposible saber con certeza cuánto tiempo más seguiría brillando en ella esa mirada oceánica tan suya, tan añil y tan dulce.

            Se puede decir que la dolencia la fue consumiendo más pronto de lo que se había pronosticado en un principio. Empezó a posarse sin demora el níveo invierno en su piel cada día más pálida, y se podía constatar algo así como si un ampo blanco de diciembre capilar quisiera robarle también ese cabello rubio tan lindo que llevaba. Sin embargo, algo en toda aquella espiral de declive cognitivo rezumaba maravilloso, como una rosa que se atreve a florecer en plena estepa. Conforme iba perdiendo sus recuerdos y su conocimiento, se asomaba en ella otro lado que, hasta entonces, no había percibido. Un mundo que, por lo que deduje con el discurrir de los años, había ocultado, quizás, por servir a la familia en su rol de madre y esposa abnegada. Irónicamente, la enfermedad había actuado como un gran y dulce huracán de pasión capaz de derrumbar ese dique casi incorruptible de miedos y veleidades por los que no había expresado todo lo que llevaba dentro. Y también resulta paradójico que yo sintiera, entonces, una conexión con ella que transcendía el verbo y la palabra. Una sensibilidad que ambos compartíamos y que, a su manera, me confesaba cuando iba a visitarla en ese momento en que, pese a tener ya plenamente deteriorada la parte cognitiva, miraba hacia el lado por el que me aproximaba a su habitación. Sin palabras. Solo gestos

            Hasta el día de hoy, no sé cómo expresarlo, pero en esos últimos años de su vida, la enfermedad trajo consigo una magia invisible. Una magia que no necesitaba de sombreros, ni conejos ocultos ni trucos de ilusionismo. Una luz que ahora resplandecía como una estrella en ese mundo que solo conocíamos mi madre y yo, al posarnos con cariño los ojos como aves de paso por una mirada. Un mundo de sensibilidad y poesía mundana que entendí que había heredado de ella. La única diferencia es que yo me negué a callarlo. En todo caso, ahora mismo, esta pequeña reflexión tal vez sirva como forma de que el pasado reviva, hermoso y rutilante, desde unos ojos que me siguen observando desde otra parte. Como un recuerdo que no olvida, aunque, por desgracia o por fortuna, tuviese que azotarla la enfermedad de la desmemoria para que yo descubriera la hermosa desnudez álmica de mi madre.

Bendito sea el olvido.



lunes, 8 de septiembre de 2025

HOY



HOY

 

            Hoy no es un día cualquiera. Hoy es hoy. Quiero decir con esto que hoy es todo y todo es hoy. Hoy cantan los pájaros y escucho, mientras tanto, cómo grita en silencio mi alma a la libertad que se posa sobre sus alas. A la libertad que re-posa en sus sutiles aleteos. Hoy es todo. Hoy llegan los latidos de mi corazón al pecho. Hoy camino y, en cada paso, descubro cosas nuevas que se van escribiendo en la poesía de mi existencia,  mientras las ideas rezuman de mi cabeza como pequeñas olas en un mar de versos que anhelan plasmarse en algún papel. Hoy es hoy. Hoy es todo y todo es hoy. Y solo pienso, en este momento de todo, que mañana hoy será un recuerdo de todo lo que volverá a ser hoy, que volverá a ser todo mientras el presente acapare todo mi instante, maravilloso ahora en su sutil quietud en la que solo pasa tranquilamente el tiempo. 

    Hoy, sin duda, no es un día cualquiera. Hoy es todo, y todo es hoy.


domingo, 7 de septiembre de 2025

NATURALMENTE HUMANO




NATURALMENTE HUMANO


Natural, como el agua

que corre con el río

sin que nadie le delimite

dirección ni límite,

solo el mar.


Y sin pensar demasiado tampoco

en qué sueño debo cabalgar

para salirme del mundo.


Natural, como el viento

que levanta las alas

de las aves y algún 

que otro delirio despistado.


Natural, como cada latido

de un corazón que, a veces,

parece palpitar algo cansado

de tanta tristeza y hastío.


Natural. Solo quiero ahora mismo

ser natural. 


Hablar a solas y charlar

con mi silencio

sobre lo que tenga que decirme

mi alma ensordecida

entre tanto bullicio mundanal.


Natural, conmigo.

Ahora solo quiero

ser naturalmente humano.