SILLAS
Aún guardan
calor las sillas
y los bancos
en los que se sentaron
tus curvas de
primavera,
y flores
invernales.
Y tengo frío,
porque solas
las palabras
me devuelven
a esa triste
verdad de hallarte
siempre en un
beso sin labios,
ausente en la
maquinaria imparable
de los
latidos afligidos en el pecho.
Recuerdo
aquellas tardes, entonces,
en las que
abrazarse
era solo
cuestión de tiempo,
y no de tejer
maravillas de piel
sobre las
siluetas entintadas
de una hoja
sin corazón.
Ahora corre
el río sobre el puente.
Y en la
corriente no escucho
el murmullo
solapado
de esas
caricias de agua
que solías
darme.
Todo se
amolda ahora
a tu olvido
como los viajes
a las
estaciones de las despedidas,
y los raíles
como cremalleras
oxidadas en
un armario viejo.
Porque aún
guardan calor
la sillas en
las que nos sentamos
a contemplar
la belleza
de estar
enamorados.