Hasta luego, Murcia
La huerta sigue brotando,
mientras llueve en Holzem.
Y parece no acabar, a veces,
el diluvio de la soledad
en la mejilla aunque amaine
la tormenta.
Siento que la noria de Abarán
sigue girando al compás
de un latido de playa en Mazarrón.
Los limoneros y naranjos
siguen desprendiendo ese perfume
a campo desde la vieja Europa.
“Acho que ya no estoy cerca
de las peñas huertanas”
El zarangollo sigue llevando zeta.
Cartagena antes era de los romanos,
y ahora sé que habitará
durante siglos en mi recuerdo.
El Bando sigue cantando
al ritmo de la primavera,
y a toque de tapa y michirones.
El sol alimenta el valle
de nuevos mediodías
y abrazos de amigos
que no quieren nunca
acabar de despedirse.
“Pijo, huevo,
que no es que lleves un Ferrari”
Estrella Levante sigue brillando
en mis recuerdos, mientras algún émulo
de Bukowksi sigue mis pasos,
a veces, hacia la dulce
ebriedad de no querer estar cuerdo
en un mundo de locos sociales.
“Telesirco”, dicen, se ha quedado
sin demasiada farándula
en aquella cantina de la facultad
de los reportajes y “kolgados”
que perdieron algo más
que la ortografía en ciertas tardes.
En aquellos bancos ya no devoro
conversaciones majicas como antes.
Y mientras la primavera
aún se resiste a asomar
su cielo azul cargado de polen
en este rincón de Mamer,
mi mente sigue en la huerta,
devolviéndome limoneros,
naranjos, y abrazos huertanos.
Sigue girando el mundo,
las norias de Abarán,
y el valle de Ricote
desde la distancia
agridulce que da
la memoria en un recuerdo.
Y no quiero decir adiós,
sino “hasta luego Murcia”.