MALDITA CEGUERA VISIBLE
Ahora me viene
a la memoria aquel famoso libro de Saramago, titulado Ensayo sobre la
ceguera, en que el autor portugués hablaba de cierta subrepticia ceguera que
no se manifestaba en lo físico, sino en una especie de sibilino manto lechoso
que iba encegueciendo a quien se contagiaba de una dolencia desconocida. Tal
vez, un letargo de conciencia. Todo ello
sucede mientras observo a mi alrededor y solo veo gente cabizbaja. Gente
triste, incapaz de alzar la mirada del suelo. Gente que ve muchas cosas en sus
pantallas, pero no es capaz de sostener la mirada en otra mirada sincera
durante más de dos segundos. Ya decía alguien que una cosa es ver y otra cosa,
que transciende la capacidad de visión de nuestros ojos, es mirar. Porque el
hecho de mirar implica detenerse. Implica calmarse un poco, detener tal vez la
mente, y observar lo que acontece alrededor para que el alma se impregne de la
esencia de ser natural y humano, más allá del mundanal ruido cotidiano y los
imperceptibles rayos de sombra y angustia que azotan una felicidad que nunca
parece llegar. Y eso es casi una utopía en un mundo en el que todo son prisas
por llegar a ninguna parte y poco tiempo para parar un momento y mirar. El mar,
las olas, la naturaleza. Lo que sea que se pueda mirar en calma.
Todos
ven. Las pantallas de sus móviles; la guagua que llega a toda prisa a la
parada; los escaparates de moda; las estanterías de los supermercados en que
endulzar el tacto y el gusto; las redes sociales para no parar de recibir ese
chute de dopamina instantánea que todo el mundo quiere. Pero pocos miran. Ahora
cae la tarde, y así como se oculta el sol, se esconden tras una máscara de
cansancio las miradas tristes. Los rostros de resignación de una multitud de
viandantes con el único rumbo conocido: trabajo, casa, casa trabajo. Todos ven,
pero pocos miran. Y ahora solo puedo preguntarme si soy el único de que se
percata de que, imperceptiblemente, ese manto lechoso está encegueciendo las
miradas ajenas y la mía propia, por mucho que trate de ir un poco más allá
siempre. ¿Será que este mundo, tal vez, adolece de ceguera visible? ¿Será que
ya se ha dormido nuestra conciencia de ser y no nos queda mirada para dar, sino
una maldita ceguera visible?
0 comentarios:
Publicar un comentario