MÚSICA PARA EL ALMA

viernes, 12 de septiembre de 2025

CEGUERA VISIBLE




MALDITA CEGUERA VISIBLE

 

Ahora me viene a la memoria aquel famoso libro de Saramago, titulado Ensayo sobre la ceguera, en que el autor portugués hablaba de cierta subrepticia ceguera que no se manifestaba en lo físico, sino en una especie de sibilino manto lechoso que iba encegueciendo a quien se contagiaba de una dolencia desconocida. Tal vez, un letargo de conciencia. Todo ello  sucede mientras observo a mi alrededor y solo veo gente cabizbaja. Gente triste, incapaz de alzar la mirada del suelo. Gente que ve muchas cosas en sus pantallas, pero no es capaz de sostener la mirada en otra mirada sincera durante más de dos segundos. Ya decía alguien que una cosa es ver y otra cosa, que transciende la capacidad de visión de nuestros ojos, es mirar. Porque el hecho de mirar implica detenerse. Implica calmarse un poco, detener tal vez la mente, y observar lo que acontece alrededor para que el alma se impregne de la esencia de ser natural y humano, más allá del mundanal ruido cotidiano y los imperceptibles rayos de sombra y angustia que azotan una felicidad que nunca parece llegar. Y eso es casi una utopía en un mundo en el que todo son prisas por llegar a ninguna parte y poco tiempo para parar un momento y mirar. El mar, las olas, la naturaleza. Lo que sea que se pueda mirar en calma.

Todos ven. Las pantallas de sus móviles; la guagua que llega a toda prisa a la parada; los escaparates de moda; las estanterías de los supermercados en que endulzar el tacto y el gusto; las redes sociales para no parar de recibir ese chute de dopamina instantánea que todo el mundo quiere. Pero pocos miran. Ahora cae la tarde, y así como se oculta el sol, se esconden tras una máscara de cansancio las miradas tristes. Los rostros de resignación de una multitud de viandantes con el único rumbo conocido: trabajo, casa, casa trabajo. Todos ven, pero pocos miran. Y ahora solo puedo preguntarme si soy el único de que se percata de que, imperceptiblemente, ese manto lechoso está encegueciendo las miradas ajenas y la mía propia, por mucho que trate de ir un poco más allá siempre. ¿Será que este mundo, tal vez, adolece de ceguera visible? ¿Será que ya se ha dormido nuestra conciencia de ser y no nos queda mirada para dar, sino una maldita ceguera visible?


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