ABRE LOS BRAZOS
Le dijeron: “abre los brazos”,
pero la desgracia humana
en el mar le quedaba grande.
En su voz y sus palabras
solo podían desembarcar
el odio y el miedo a lo diferente,
a los mal llamados diferentes.
Y en cada uno de sus discursos
atracaba exhausto otro hálito nuestro,
tuyo y de todos los amantes,
de esperanza genuina,
como una nube que ya se cansa
de correr por el aire sin rumbo.
Le dijeron: “abre los brazos”,
pero para eso hacía falta
un alma pura.
Y en sí mismo solo latía el odio.
La desgracia humana le queda
Siempre le quedará grande al racismo.
Le dijeron: “abre los brazos”.
Y cerró su corazón a los gritos
ahogados en el mar.
Le faltaba el corazón
para abrir los brazos.
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