QUE HABLE EL MUNDO
Hoy diría demasiado
si pronunciar algo más
que mi silencio.
Por eso, dejo mi voz
en este pequeño poema.
Callo. Y dejo hoy que hable
el mundo.
No existe más belleza que atrapar los sonidos del mundo en unas palabras y ahondar en sus misterios por medio de las palabras de un poema.
QUE HABLE EL MUNDO
Hoy diría demasiado
si pronunciar algo más
que mi silencio.
Por eso, dejo mi voz
en este pequeño poema.
Callo. Y dejo hoy que hable
el mundo.
DE VUELTA
Habéis vuelto. Sin el peso
gravitacional de lo cotidiano.
Flotando en el aire ligero
de un sueño cual aves
de nostalgia en mi recuerdo.
Algo rápido, mientras mis ojos
se rendían al yunque
inevitable del cansancio.
Con la mirada del alma.
Mientras dormía,
habéis vuelto.
Habéis estado un rato
de vuelta en casa,
aunque luego tras los párpados
abiertos haya vuelto a tocar
el vacío, con la soledad
aderezada de melancolía.
Habéis vuelto. Un rato,
volátiles y sutiles, como efluvios
de una memoria que no quiero
que se desvanezca, como quizás
un grano de arena en el siroco.
Habéis vuelto, aunque solo un rato.
De vuelta en casa,
de la mano de mi nostalgia
y de la magia de un sueño.
Y ahora toca volver a deciros:
"adiós, y hasta el próximo sueño".
Hasta luego, papá.
Hasta luego, mamá.
PEQUEÑAS GRACIAS
Hay días en los que
la pluma se desliza sobre el papel como un ágil cisne sobre un lago en
primavera. Y me prodigo en metáforas y símiles durante páginas y páginas en que surco un variado y diverso océano de melancolía, nostalgia o
alegría, como un barco de versos o párrafos en busca de un puerto de poema o
historia. Pero hoy no me apetece. Hoy quiero decir algo más simple. Hoy,
sencillamente, quiero dar las gracias. Gracias por haber tenido la oportunidad
de contemplar un nuevo amanecer. Gracias por haber degustado otra mañana las
corrientes marinas y curativas de La Laja. Gracias por haber cruzado miradas
con algún amigo de la infancia al que he saludado. Gracias por, tal vez, haber
habitado algún que otro recuerdo en el pensamiento de alguien cercano o no
tanto. Gracias por la belleza de existir y gracias.
Gracias siempre. Gracias por otra semana de vida
que poder contar, con sus momentos maravillosos, sus altibajos, sus cuitas
cotidianas y sus preocupaciones. Gracias porque aún me lata el alma y mi
corazón siga componiendo una melodía sistólica-diastólica que me permita seguir
atesorando instantes de existencia. Y sí, digo bien: “atesorando”. Porque, a
fin de cuentas, pese a todas las curvas que pueda depararnos, la vida es un
tesoro cuya simpleza y sencillez se nos olvida en la complejidad de un mundo
con un inexorable rumbo, tal vez, hacia el abismo. Se nos olvida agradecer cuanto nos regala cada día en todas sus formas. En todo caso, yo hoy siento
esa fortuna de vivir y de, además, poder contarlo. Por eso, sencillamente, hoy
solo quiero dar las gracias. Gracias a todo y a todos. Gracias también, quizás, a nadie y a nada. Tan solo al presente. Hoy quiero dar, simplemente, las
gracias.
ME OLVIDO DE OLVIDARTE
Te cuento cosas.
Ahora te cuento cosas,
aunque tal vez no lleguen
mis palabras a tocarte
con sus manos de ausencia,
nostalgia y melancolía.
Te cuento cosas.
Y quisiera decirte
que en silencio y te escucho,
y emerge de tu recuerdo
esa música marina que escuchan
los que saben de la infinitud
de una mirada en la ternura.
Te cuento cosas.
Abro ahora el desván
de mi anhelo,
y te cuento también
como un verso maravilloso
de cuyo poema no puedo desapegarme.
Te cuento cosas.
Te cuento que todavía
me olvido de olvidarte.
AL DESNUDO
Al desnudo. Con nosotros
en perfecta comunión,
aun con la ropa encima.
Nuestras almas ahora atraviesan
las prendas y penetran esa pequeña
eternidad que cabe
en unos cuantos latidos.
Mientras se aceleran
nuestros corazones,
al desnudo, abarcamos
el universo en un abrazo.
Y entonces tengo la certeza
de que amamos mejor el mundo.
Al desnudo, con nosotros
en perfecta comunión.
VIVIR EN POESÍA
Cuando amanezca,
que amanezca.
Cuando deba correr el río,
también que corra.
Y que nada obnubile
la mirada, como el apagón
de unas farolas al despuntar
el alba ensombrecido
de una ciudad demasiado cotidiana.
Sin demasiada metáfora,
pero como cada día fuera
un nuevo verso por escribir
desde la insondable conciencia
de un alma pura.
Sin demasiada metáfora,
pero con la belleza siempre
en ristre para cuando aparezca
la muerte asustarnos.
Sin demasiada metáfora,
pero en poesía.
Lo más hermoso
es vivir en poesía.
FUGACIDAD
Una palabra. Corta, efímera.
Breve como el petricor
de la lluvia cuando escampa.
Una palabra sin mucha sustancia.
Mi nombre en algún recuerdo.
Mi ser en la esquina inhóspita
de alguna piel desnuda
en un abrazo.
Fugacidad. Mi nombre.
Invisible y pequeño en la ciudad.
Se evapora como la ola
cuando rompe en la orilla,
pero grita cuando callas,
y te toca el alma
sin apenas rozarte.
Mi nombre.
Fugacidad en el mundo.
Eternidad en tu silencio.