PEQUEÑAS GRACIAS
Hay días en los que
la pluma se desliza sobre el papel como un ágil cisne sobre un lago en
primavera. Y me prodigo en metáforas y símiles durante páginas y páginas en que surco un variado y diverso océano de melancolía, nostalgia o
alegría, como un barco de versos o párrafos en busca de un puerto de poema o
historia. Pero hoy no me apetece. Hoy quiero decir algo más simple. Hoy,
sencillamente, quiero dar las gracias. Gracias por haber tenido la oportunidad
de contemplar un nuevo amanecer. Gracias por haber degustado otra mañana las
corrientes marinas y curativas de La Laja. Gracias por haber cruzado miradas
con algún amigo de la infancia al que he saludado. Gracias por, tal vez, haber
habitado algún que otro recuerdo en el pensamiento de alguien cercano o no
tanto. Gracias por la belleza de existir y gracias.
Gracias siempre. Gracias por otra semana de vida
que poder contar, con sus momentos maravillosos, sus altibajos, sus cuitas
cotidianas y sus preocupaciones. Gracias porque aún me lata el alma y mi
corazón siga componiendo una melodía sistólica-diastólica que me permita seguir
atesorando instantes de existencia. Y sí, digo bien: “atesorando”. Porque, a
fin de cuentas, pese a todas las curvas que pueda depararnos, la vida es un
tesoro cuya simpleza y sencillez se nos olvida en la complejidad de un mundo
con un inexorable rumbo, tal vez, hacia el abismo. Se nos olvida agradecer cuanto nos regala cada día en todas sus formas. En todo caso, yo hoy siento
esa fortuna de vivir y de, además, poder contarlo. Por eso, sencillamente, hoy
solo quiero dar las gracias. Gracias a todo y a todos. Gracias también, quizás, a nadie y a nada. Tan solo al presente. Hoy quiero dar, simplemente, las
gracias.
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