WAKING
UP AND MIRACLES (FIRST SPEECH)
Today,
I am not going to talk just about myself, but about one unforgettable
episode in my life that changed completely my perception about life
and the way it should be truly lived.
I
am not here to convince anyone about a specific topic, but to share
with you a piece from the jigsaw puzzle of my own story. I am going
to talk about how I truly woke up one day. One day in which this
special waking up was more than lifting my eyelids early in the
morning after an exhausting school (and sometimes) working day. One
day in which other type of miracles were possible as well.
Twelve
years ago, I was a teenager, a blossoming adult, who was in his quest
for a clearer and better future than the uncertain moment I was
living. I should say that, at that time, I was growing up in a really
nice familiar atmosphere, despite some related-to-my-handicap
bullying at school which brought me a bit down sometimes. I could not
complain at all.
The
problem was that I was growing up while hearing my parents saying the
whole day that “you cannot”, “you cannot do this because of
your handicap and you should be aware of it”. I should say that I
always believed this was my truth after I stumbled onto a very
touching and inspiring film: Forrest Gump. It gave me goose bumps and
the courage to keep on and conquer my fear to live on my own, with no
overprotection from almost all my relatives and friends, among other
things which did not allow me to grow personally and emotionally, to
spread the wings of a real freedom. No matter how big the obstacles
would be on the road.
It
was a bit late in the evening and the light over the sky was already
fading down as the spring when summer starts to wither the flowers
with hot and scorching days. Nevertheless, another particular sun was
coming through the windows and starting to dwell inside my heart. I
was watching the aforementioned film and this story about a handicap
boy who managed to turn a deaf ear to all insults and jokes about
him, get away from the crutches his weak teen body was upon, and
cross a whole country just by running, touched me very deep inside,
so that I was feeling really able to do almost anything
anything).
I was starting to notice that “I could”.
At
that time, I realized a couple of things I was not aware for the time
being: despite the fact this would be an utopic story concerning the
long distance and time that Forrest Gump ran on his own, miracles are
happening in every moment of our lives. The most important of them is
being consciously alive. What I call the waking up of consciousness
beyond our city, secure and apparently stable horizons. This one was
one of the several ones that already happened to me. I was living
that moment with very opened-wide eyes. They are still trying to be
like this since that moment while I am sweetly gazing at you, while
thinking: how on earth it is possible I am now here, alone in a
foreign country, living on my own with no one around me. Was I
supposed “to not be able” or “be disabled”? In conclusion, I
should day that, of
course not as it shows the fact that I am now living the miracle of
telling you the story about how I truly woke up that unforgettable
day, twelve years ago. The way my consciousness was also “lifting
its eyelids” for the first time after a long lethargy in its own
particularly exhausting inner ignorance.
TRADUCCIÓN
DESPERTAR
Y OTROS MILAGROS (PRIMER DISCURSO)
Hoy, no voy a hablarles solo
sobre mí mismo, sino también sobre un instante inolvidable de mi
vida que cambió por completo mi percepción sobre ella y al forma en
que debe vivirse “verdaderamente”.
No estoy aquí para
convencer a nadie sobre algo en concreto, sino para compartir con
todos vosotros una pieza del rompecabezas que representa mi propia
historia. Les voy a contar la forma en la que desperté de verdad un
día. Un día en el que este este despertar especial supuso algo más
que levantar los párpados de madrugada tras un extenuante día
escolar o de trabajo. Un día en el que otros milagros fueron
posibles también.
Hace doce años, era un
adolescente, un adulto en ciernes que buscaba un futuro mejor y más
nítido que aquel incierto momento en el que vivía. Debo decir que,
en aquel instante, me criaba en un entorno familiar muy propicio,
pese al acoso escolar por mi discapacidad que, en ocasiones, sufría
a que me entristecía de cuando en cuando. No podía quejarme en
absoluto.
El problema radicaba en que
me pasaba mucho tiempo escuchando cómo mis padres me decían: “no
puedes. No puedes hacerlo por tu discapacidad. Tienes que
entenderlo”. Debo decir que siempre les creí, hasta que un día se
cruzó en mi camino una enternecedora y conmovedora historia: Forrest
Gump. Esa película me puso la piel de gallina y me ayudó a vencer
mis miedos de vivir por mis propios medios, sin que mis allegados y
amigos me protegieran demasiado, como solían hacerlo, además de
tantas otras cosas que me impedían crecer en lo emocional y en lo
personal. Ya no importaba cuán grandes fuesen los obstáculos en el
camino.
Era ya algo tarde. El ocaso
emergía del cielo mientras se apagaba la tarde como se agostan los
campos cuando el verano empieza a acariciar acaloradamente la
pradera. No obstante, había otro Sol que, en ese instante, habitaba
en mis pupilas. Veía Forrest Gump, una historia en la que el
protagonista conseguía hacer oídos sordos a todos los insultos y
las bromas mal intencionadas de los compañeros sobre su
discapacidad. Un chico que consiguió zafarse de las muletas sobre
las cuales se apoyaba su débil cuerpo de adolescente y llegó a
cruzar corriendo todo un país tras todas esos terribles
acontecimientos. Me caló hondo, tanto que empecé a sentir capaz de
hacer casi todo lo que me propusiera. En ese momento, empecé a
decirme a mí mismo que podía.
En ese momento, me di cuenta
de unas cuantas cosas de las que no había sido consciente: si bien
la historia de Forrest podía parecer irreal y utópica en lo que
concierne en recorrer corriendo sin parar todo un país, los milagros
ocurren en cada momento de nuestras vidas y lo más importante radica
en vivir la vida de forma consciente. Eso es lo que yo llamo
despertar de la conciencia más allá de nuestra ciudad y nuestros
horizontes aparentemente estables y seguros. Esta vez representó una
de tantas en las que he experimentado una sensación similar. Estaba
viviendo el instante con los ojos muy bien abiertos y el alma
despierta. Todavía intento que eso ocurra cada día, mientras os
contemplo dulcemente y me pregunto: ¿cómo he podido llegar hasta
aquí? ¿Cómo he podido vivir tanto tiempo en un país solo y
manejarme por mí mismo? ¿Es posible que esté viviendo ahora mismo
este milagro de brindarles este discurso en el que va una parte de mí
mismo? ¿No se suponía que era discapacidad? Por supuesto que no, y
ello se demostró ese día en el que también mi conciencia “levantó
sus párpados” y despertó de su propia y extenuante ignorancia
interior tras un largo letargo.