DISCÚLPEME
Discúlpeme si ahora
irrumpo en su cuarto
sin que avise el golpe
certero en la puerta.
Discúlpeme si ahora
le pienso a usted sin permiso,
pero me cuesta más de una tarde
desprenderme de su recuerdo,
su boca y sus labios
aguardándome a la orilla
de un sorbo de ganas.
Lo siento demasiado,
tanto que me late el pulso
en los latidos de su pecho.
Lo reitero. Discúlpeme
si quiero nadar en las aguas
cristalinas de sus pupilas
o me apetece ahora mismo
caminar por los rincones
inhabitados de su piel
o escalar las lomas hermosas
que conforman sus senos
esperando mis manos calmas.
Discúlpeme si la recuerdo,
y la escribo, ahora mismo
sin su permiso,
pero no puedo evitar
pensarla a cada rato.
Ruego de nuevo
que me disculpe usted.
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