De las inclemencias meteorológicas
no puedo encargarme.
En todo caso, cuando las ganas
desencaden una dulce
tempestad de besos
que todo lo arramblan,
hasta el olvido,
te invito a que vengas
a surcar conmigo
un mar de belleza.
Mientras nuestros labios
salen del mundo a la caricia.
Y quizás afuera llueve o no.
No lo sé, porque de la lluvia
no conozco demasiado.
Pero sí que quiero que vuelva
a llover amor sobre estas sábanas vacías.
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