PEQUEÑA REFLEXIÓN HUMANA
Ahora no quisiera extenderme demasiado. Solo prolongar unas cuantas palabras más mi historia, mientras pienso que lo que pienso es producto de lo que me ha brindado el mundo y todas las millones de historias que desconozco, pero que a la vez también me siguen en cada una de las líneas con las que trazo mi existencia. Nada es producto de nada. Todo tiene una esencia y, en ocasiones, me pregunto por qué nuestra avaricia se sigue empeñando en destruir la más importante de todas: la Tierra. Ojalá algún día nos demos cuenta de que así como la sangre nos corre por nuestras venas hasta desembocar en el final de nuestro tiempo, discurren los océanos por doquier, una maravilla a la que seguimos contaminando sin darnos cuenta de que nosotros somos parte de esa misma agua y que, por ende, quizás también nos veamos perjudicados. Lo peor del caso es que esto puede aplicarse a casi cualquier ámbito que abarque al planeta, y no parece que queramos remediarlo. Todavía nos corre sangre por las venas, respiramos aire de los pulmones y nuestros sueños se alimentan de breves y humanas utopías. Aun así, no faltará mucho para que llegue el día en que se nos pare el corazón aun sin estar muertos por que hayamos destruido la esencia de todo lo que somos: el cosmos inmenso de la Tierra. Dejemos de una vez que lata tranquila su alma, y así quizás sigamos llegando con la belleza y la sangre al final del tiempo.
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