CADA VIERNES
Cada viernes me salva
la magia de la poesía,
que no emerge precisamente
de las chisteras
pero cruza las fronteras
más recónditas e inhóspitas
de mi alma cuando abro
la sesión de mi móvil,
y saltan de los espejos
pequeñas utopías y sueños
que se resisten a apagarse
al despegarse los párpados.
Y es entonces cuando la lluvia
no duele aunque sea tormenta.
Y tampoco hace daño el dolor
que emerge como una fuente
de belleza y melancolía,
entre líneas viscerales
y desnudas (a veces con pijama)
de sencillez.
Música, arte, simpleza.
El mundo y su gravedad
se vuelven algo más livianos
cada viernes, cuando atravieso
como ahora los espejos
incomprensibles de mi pantalla,
y de pronto emerge la magia
de la poesía, con el club
de la rima siempre dispuesto
a abrirme el mar de sus historias.
Cada viernes como este último
del almanaque es simplemente
hermoso en su discurrir cotidiano,
y mágico, y sonoro y lúcido.
Gracías por todo, club de la rima.