SUERTE SIN LOTERÍA
Caminar con los pies
y con el alma en ristre.
Con una maleta de recuerdos
que siempre nos persigue
o nos ilumina por muy lejos
que estemos.
Caminar, y entretanto
contemplar el cielo inmenso
que se abre ante nuestros ojos.
Y pensar para nuestros adentros:
mi vida es tan pequeña
y, sin embargo, siento
cada latido de mi corazón
como un instante
de belleza ingente.
Me desnudo con mi vida.
Y es entonces cuando sé
que tengo una gran fortuna,
una suerte que no se compra
con ningún boleto de lotería.
Estoy vivo, sin más.
Qué suerte la mía.