Somos de un mismo pueblo,
aunque hablemos otros idiomas,
y nuestras culturas suenen diferentes
entre todas las sílabas mundanas
del planeta.
Recitamos todos cuando podemos
la misma oda a la felicidad.
Y somos de un mismo país
de razón y paz,
en el que las granadas
solo deberían comerse
y la pólvora no debería seguir
despidiendo muertos en las guerras.
Somos de un mismo pueblo,
aunque seamos diferentes.
El mismo cielo nos cobija,
después de todo.
Y el mismo corazón humano
nos late dentro del pecho,
infinitamente.
Somos de un mismo pueblo
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