Hace tiempo que no te escucho.
Sonabas entonces como una barcarola
que acarreaba mis periplos
por algún mar hacia tus caricias
de ternura y viento.
Y ahora eres solo
un sonido estridente
y melancólico que grita
silentemente en mi alma.
Me dueles, y tal vez
este poema sabe a herida,
y se escucha como una última
canción a lo que fuiste:
caricia infinita de primavera
cuando llovía la mala suerte
en mis campos de otoño.
Hace tiempo que no te escuche.
Te has marchado de mi abrazo,
pero sigues abrasándome
dulcemente el corazón,
mientras me alma te sigue cantando.
Aunque haga tiempo
que ya no te escuche.
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