SALVACIÓN
Este poema ahora me salva.
Extrañamente, me salva.
Me salva, tal vez,
de la amarga certidumbre
de saberme invisible.
De no ser mucho más
que un puntito de polvo
entre tanto escombro
urbano de sueños rotos.
Me salva sin duda,
aunque no resulte otra cosa,
a veces, que una dulce
mentirilla de metáfora.
Porque sé que en el último verso
volveré a ser simplemente silencio.
Y que solo mientras escriba,
tal vez, siga existiendo,
y me crea un poco más
eso de la belleza de ser poeta
y que en otros retumbe el eco
de mi alegría o de mi tristeza.
Aunque eso no importe mucho,
y ahora este poema me salve,
con un poquito de mentirilla
de por medio,
de la certidumbre
de saberme nadie.
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