MÚSICA PARA EL ALMA

lunes, 31 de enero de 2011

AQUEL BESO VERSIÓN EN PROSA




AQUEL BESO

Se están besando. Sus labios desprenden un calor incesante en los albores del mes de Febrero. El invierno puede apagar la luz del sol tras las nubes y el manto blanco de la nieve poblando esquinas de calles desiertas. Pero no la pasión de cada una de sus caricias, y el ímpetu con el que se convierten en un instante irrepetible de polvo enamorado entre todos los que alberga el planeta, porque, tal vez, cuando se toca el cielo con los dedos, todos los días son de verano.
En la cama, se dibujan promesas en las siluetas de esas arrugas de después de amarse, y se adivinan próximas travesías por una dulce lascivia, mientras sus cuerpos se enredan como las raíces de una joven flor a la que la primavera comienza a dar sus primeros arrumacos. La noche aún es joven. La tarde ensangrentada acaba de declinar, y la luna empieza a merodear por algún punto del universo. Y amanece, quizás, tras la ventana de esa casa. En los ojos de quienes se miran la belleza con los ojos del corazón. En las pupilas titilantes del mundo de quienes ya olvidaron las agujas de los relojes, durante un pequeño gran instante, sale siempre el sol, aunque ya se haya gastado el mediodía como las huellas de una playa tras los vaivenes de la espuma.
Alberto y Carla se abarcan con los brazos. Se dan la mano, y exploran sus cuerpos con los dedos en busca de algún rincón que todavía desconozcan. Algún tacto de melocotón, el aroma transparente de una lluvia salada de sudor, que baja hasta los pies, como un diluvio inagotable de lujuria en el que navegan a gusto todos sus sentidos. El sabor exquisito de las lenguas que pasean por el paladar la atracción consumada. Los descubren en cada vuelta, y cada remolino de lujuria, mientras en las sábanas de la cama van quedando restos arrugados de sus aventuras por el amor. Y piensan que ojalá no se les vaya ese tren. Que nunca llegue la hora de partir, y que no quede un gusto a adioses y raíles oxidados tras las carantoñas, y los gestos cómplices. Tendrán más noches como esa.
Eso cree Alberto, ahora que aún le dura el cansancio, y bajo los párpados pesados como yunques, se adivina cómo era Carla antes de aquel fatídico accidente de coche que segó algo más que una vida. Con el recuerdo de su existencia, y su muerte, y esas caricias que aún le regalan temblores en la piel y escarpias, yace ahora Alberto en una cama poblada de pasado y aflicción. Al cabo de unas horas, la noche ya no es joven. La extenuación se le acaba. Toca despertarse. Y aún un pequeño resto del pintalabios que usaba Carla lo recibe. Se tuvo que ir. Inevitable fue el choque. Aún se están besando...

AQUEL BESO VERSIÓN POEMA




AQUEL BESO

Aquel beso aún roza,
y toca, y palpa, y abrasa
mis labios como la ceniza
de un abrazo de carne
que no me dice adiós
desde los brazos unidos.

Aquel beso
aún lo escribo.
Y acalora las palabras,
y da corriente a los versos
que encallan, a veces,
en el silencio, como barcas
de tinta a la espera
de un recuerdo que las rescate
del naufragio en la voz.

En mis poemas,
aunque ausentes,
tú y yo aún nos besamos.

domingo, 30 de enero de 2011

NO TENGO PALABRAS

NO TENGO PALABRAS

No tengo palabras.
Mis versos son ahora
como barcos encallados
que esperan la inútil ventura
de que una ola los rescate
del naufragio.

Y ya se sabe que a nadie
le apetece embarcar en travesía
desde los pecios.

Te has acabado. Mi viaje
por tu recuerdo también.

No tengo palabras ya
sin tu nombre.

PERLAS NEGRAS


PERLAS NEGRAS




Perlas negras se asoman en sus ojos como ínfimas gotas de sal que se diluyen en el vaivén de la corriente marina. Sirena varada sobre el asfalto. Princesa cuyo recato descansa ahora sobre las astillas de una cama avejentada, testigo del matrimonio infinito e indisoluble con el sórdido vacío de una vida sin sentido.


Y piensa que aún existe. Sus ojos buscan el horizonte infinito del océano tras la vitrina de algún lóbrego lupanar, mientras el ritmo de sus caderas embelesa sentidos lascivos como el canto de una náyade que atrae a marineros incautos del pavimento. Sus sueños, de abrazos sinceros que no se queden enterrados bajo las arrugas de almohadas usadas y sábanas sucias de lascivia y falsa ternura, la buscan aún. No la encuentran. Corren bajo otra luna llena como galgos de esperanza que se alejan con su silencio, raudos.
La noche termina. Los surcos de la sábana le recuerdan su rostro cada vez más arrugado. Sus ojos del color del Mateus Rosé no saben adónde seguir mirando. Sigue un sueño vacío de sirena esperando colmarse, mientras una perla negra se le seca sobre la mejlla. Otra prostituta sin nombre y una joya invisible sobre las muecas.







sábado, 29 de enero de 2011

SI PUDIERA




SI PUDIERA

Si pudiera
cortar el viento,
cruzar el mar
en zapatillas sin hundirme
en su corriente marina,
y aligerar los sueños
en un abrir y cerrar
de párpados que no se cansan.

Si pudiera volar el mundo
sobre las alas de una mariposa,
y descartar las sombras
en mis amaneceres de poesía.

Si pudiera navegar, quizás,
en mis palabras a ese sitio
donde solía pasármelo bien
jugando a la guerra,
y las revoluciones sin fusiles.

Bajo las sábanas.
Si pudiera volver a refugiarme
en mis sueños bajo las sábanas.

miércoles, 26 de enero de 2011

ES DIFÍCIL SEGUIR TUS PASOS




ES DIFÍCIL SEGUIR TUS PASOS

Es difícil seguir tus pasos,
porque, a veces,
querer estar contigo
es como buscar el rumbo
del viento en un golpe de aire.

Pensar que puedo cortar la lluvia
de un aguacero como quien corta
las palabras en un trozo de papel,
y encontrar un segundo de fuego
bajo los hielos de una tundra.

Es difícil seguir tus pasos,
tan lejana, a un cansancio
de distancia.

Cuando sólo pongo rumbo
a tus labios bajo los párpados.

Es difícil seguir tus pasos.

DESLIZARME POR EL SILENCIO


DESLIZARME POR EL SILENCIO

Todo está quieto.
Nada se mueve.
El viento se torna
en la cuerda de un arpa
invisible que espera
el tránsito de unos dedos
que la despierten.

Y, entonces, llega la corriente
del sueño a la hoja en blanco.
Y escribo otro poema.

Empiezo a deslizarme
por el silencio transitando
por su polifonía inaudible.
Transito el vuelo leve
de un colibrí, y doy vueltas,
a veces, al mundo
en una mirada a la ventana
interior de mi consciencia.

Deslizarme por el silencio
recorriendo las palabras
de otro poema.