A lomos del caballo, solo pueden verse las flores y no todo el paisaje alrededor.
CORRE LA VIDA
Corre la vida.
A veces, corre demasiado,
como un río que no se detiene,
raudo hasta ensancharse
en un dulce muerte natural
en el mar, cual corcel
de desasosiego desbocado.
Corre, galopa, vuela la vida,
y en un instante todo
parece marcharse fugaz,
en un momento efímero
en que parece que ocurre todo
y todo se queda en nada.
Entonces, me paro un poco.
Descanso del tiempo incesante,
y me siento en la metáfora
a respirar algo de viento
que me saque del mundo,
hacia el aire puro,
inefable desnudo y alado
de mí mismo.
En alguna corriente vespertina
que aligere la gravedad inexorable
de la rutina.
Quiero escuchar la armonía
de mi alma, con el latido
del corazón de acorde.
Y en la prisa es imposible
admirar la lentitud maravillosa
de la belleza
que debe observarse
sin más premura
que un paso de sílaba.
Dicen que, a lomos del caballo,
solo pueden verse las flores.
Así que ahora, en este regalo
de instante presente,
aunque corra la vida,
me detengo en mi silencio
a escuchar la poesía
de mi momento.
Mi alma serena,
como un océano en calma,
aunque corra la vida.



































