GRAVEDADES
Gravedades.
Andamos pegados al suelo.
Caminamos sin flotar,
ni levitar. Hay una fuerza
centrípeta como el peso
que nos atrae inexorablemente
hacia el centro de la Tierra.
E irremediablemente
no saltamos al cielo
como, a veces, nos gustaría,
como Heidi y Pedro cuando acompañaban
a las nubes hacia su incierto
pero claro viaje hacia la lluvia.
Sin embargo, hay otra gravedad
que nos ata al mundo
y a la rutina cómoda de vivir,
mientras nos dejamos morir
de cansancio en alguna oficina,
supermercado o trabajo desdichado.
La gravedad del miedo
a delirar como otrora,
cuando en la mirada
nos crecían pájaros,
y poco nos importaban
las señales de tráfico
y los semáforos en rojo
mientras soñábamos despiertos.
Gravedades.
Hay una que no podemos evitar.
Pero la gravedad del miedo
sin duda, solo está ahí
porque aún quizás no sepamos
que se puede volar sin alas
desde la plena conciencia
de uno mismo.
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