SE NOS AMARGÓ EL DULCE
Recuerdo aquellos días
de nubes de algodón ingrávidas
en las que las alas del paladar
volaban hacia el sabor
de los sueños sin miedo.
Aquellas tardes de utopías
posibles, y pájaros hermoso
en el pensamiento, sin el anhelo
a la medalla ajena
o la prisa por morir un poco
más en la oficina.
Todo era maravilloso, dulce,
encantador y tierno.
De repente, no se sabe cómo
pero nos dijeron que lo bueno
ha de acabarse pronto,
los Reyes ya no volvieron
a pasearse por nuestra inocencia,
y se nos amargó el dulce.
En todo caso, traigo buenas noticias.
Aún queda un trozo de pastel
lleno de sueño. Acérquense
a la esquina de la esperanza,
y ante todo lleven en ristre
la dulzura de seguir soñando,
pese a la gravedad de la ciudad,
y un mundo de adultos cansados.
Para que quitemos la amargura
a ese dulce de entonces.
Cuando vivíamos sin más.
¿Se acuerdan todavía?