REFLEXIONES DESDE UN RECÓNDITO LUGAR DE ALICANTE 1
Amanece un día
lóbrego y gris, como la realidad que nos rodea, en algún lugar recóndito de
Alicante.
Y resulta
descorazonador y patético constatar con creciente evidencia la lobotomización
que acusa una población aborregada y sumisa cuyo pensamiento crítico parece
haber quedado en el fondo de un abismo de desconocimiento que, a buen seguro,
persistirá, porque investigar e ir más allá se revela una tarea demasiado
ardua. Porque ya nadie parece acordarse de cómo nos relacionábamos y cómo
pensábamos hace tan solo diez meses. Resulta también terrible darse cuenta, con
la mirada de una conciencia despierta pese al potente somnífero inyectado por
los medios papagayos de la propaganda oficial, cómo la mayoría parece dormir
placenteramente en un letargo intelectual de monsergas prefabricadas y máximas
colectivas que reducen a la nula expresión lo que vendría a ser el individuo
como ser completo. Todo sea por nuestro bien, claro está. Y resulta deleznable
que falsos eruditos y expertos se erijan en adalides de la conducta social y
lleguen a afirmar que la capacidad crítica y de cuestionamiento constituye un
"transtorno". Parece que muchos ya creen a pies juntillas lo que les
dicen estos personajes, mientras se sienten cómodos vibrando en el miedo y con
su bozal siempre preparado en ristre, no vaya a ser que un bichito los mate,
cuando no la estulticia más supina. Quizás se han acostumbrado tanto a que les
mastiquen el bistec que, en cuanto les toca masticarlo por sí mismos y sale un
poco más duro de lo que creían, lo mejor es apartarlo y seguir con la parte más
blanda del menú.
Dicen que la luz viaja a unos 300.000 kilómetros
por segundo, aunque la luz de la verdad es un poco más lenta.
Por desgracia, nos
estamos adentrando en una era de oscuridad, en un túnel de pánico sin salida en
el que plantearse preguntas o no tragar con el discurso oficial es sinónimo de
locura o negacionismo. Y, a todas estas me pregunto: ¿no serán negacionistas
los que no quieren ver lo que está sucediendo por la supuesta y vehemente
irrupción de un enemigo invisible que ha venido para quedarse? No se trata de
tener la verdad en la mano, porque nadie la tiene, pero sí al menos de salir a
buscarla. En este aspecto, huelga decir que estamos rodeados de perrodistas
mercenarios a sueldo que ya pagarán a su debido tiempo.
Supongo que nos
tocará a los negacionistas despiertos como yo seguir buscando posibles salidas
a este laberinto con muy pocos compañeros de periplo, aunque una cosa les puedo
decir: seguiré buscando. Seguiré andando este camino de amor, de abrazos, de
dudas, de alegrías y de miedos que es la vida, aunque una OMS más que corrupta
se empeñe en decirme que debo guardar la distancia de seguridad (no sabía yo
que era un coche) o que no me puedo reunir con mi familia o amigos mientras el
propio ministro de Sanidad no se pone la mascarilla y acude a una cena con nada
menos que 150 personas, lo que supone superar en 25 veces el límite de seis que
pretenden imponer.
No me van a parar en esa búsqueda ni los
toques de queda ni las medidas absurdas que adoptan desde gobiernos ineptos
que, o bien son tontos muy útiles, o bien están sacando un gran provecho de la
crisis sanitaria para someternos. Al menos, sé que cuando llegue esa titilante
luz de la verdad, no me deslumbrará. Puede que quienes hayan decidido seguir
transitando por el túnel del miedo no corran esa misma suerte, mientras aceptan
que otro vele por ellos y responda sus propias preguntas o aguardan que un
profeta les resuelva la vida.
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