MÚSICA PARA EL ALMA

lunes, 19 de agosto de 2024

NOSTALGIA




NOSTALGIA


    Siguen ahí, aunque ya no de cuerpo presente. Es cierto que, en ocasiones, mi madre parece asomarse a mis sueños como quien se asoma a la ventana de una casa que nunca ha acabado de dejar atrás. Viene, me saluda, me abraza a su forma y me abrasa dulcemente con ese candor pelágico que emana sempiterno de su añil mirada. No dura mucho la visita, aunque sí el tiempo suficiente para que la sienta siempre conmigo en una más que cercana lontananza. No cabe duda de que la humilde chispita de su alma sigue iluminándome los días cuando todo parece estar a oscuras. Cuando no parece vislumbrarse calma en la tormenta, y ella amanece en un pequeño instante de insomnio para rebatirle a la tristeza lo que creo ser: soledad y melancolía. Nada de eso.

    Ya, por el otro lado, él tarda un poco más, pero también aparece. No tan cariñoso como mi madre, mi padre también me habla cuando ya mis ojos, pesados como yunques, se han rendido a los encantos de Morfeo. Como ya era su costumbre, es lacónico en su retórica, pero me dice lo suficiente para seguirme enseñando aquellas lecciones que, en parte, ya me impartió en vida. Me susurra, cual maestro que nunca dejó de serlo ni en la esfera profesional ni en la privada, algunas cosas que no me gusta escuchar, pero en las que debo darle el 100% de razón. Sigue estando ahí también, aunque no de cuerpo presente. Ya hace dos años que cruzó al otro mundo en la barca de Caronte. Tanto él como mi madre siguen ahí, conmigo, aunque ya no pueda verlos desde lo tangible. Sus almas siguen ahí, juntas en el cielo, arropándome cuando me falta el calor y dándome algo de luz cuando atravieso alguno de los inevitables túneles que se nos pueden cruzar en el inextricable camino de la vida. Mis padres siguen ahí, también en esa liberación celestial del ánima humana a la que algunos llaman muerte. La nostalgia vuelve a llamar a mi puerta para que sigan ahí.

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