MÚSICA PARA EL ALMA

miércoles, 24 de septiembre de 2025

VISITA INESPERADA





VISITA INESPERADA

 

 

Ya mis ojos habían cedido a los yunques de cansancio que pesaban sobre mis párpados tras una jornada agotadora. Y se habían apagado todas luces de la ciudad, incluidas las de mi pequeña morada. Sin embargo, al cabo de unas horas de descanso inconsciente, iba a acontecer algo que no esperaba ni en la más remota de las posibilidades. Ahí estaba, tras el telón de la realidad —en plena fase REM de mi sueño tal vez— con una luz que deslumbraba dulcemente. En una de las camas de la que fuera la habitación de mi infancia, que compartía con mi hermano gemelo, parecía yacer mi padre, quien se iba elevando poco a poco en una ligera levitación al compás de unas ondas lumínicas procedentes del suelo. Mi madre, a su lado, apoyaba sus manos sobre su cuerpo y lo acunaba como a un bebé. Su semblante virginal me sonreía mientras irradiaba un aura de dulzura y puro afecto, envuelto en aquellos extraños rayitos de belleza de forma elíptica.

Aquella imagen enceguecía a la par que me encandilaba. Y en un instante el amor pareció etéreamente eterno. Al cabo de un rato de embeleso, mi madre se me acercó casi en una solemne letanía, me abrazó mientras me regalaba una sonrisa de inefable belleza, y me dijo: “No te preocupes. Todo va a ir bien”. Tras unos segundos, abrí los ojos y, por un momento, pensé en contarle lo ocurrido a mi padre, hasta que me percaté de que ya también había fallecido hace más de tres años y medio. Lo único que sé es que, en ese momento, me desperté temblando en un dulce escalofrío que me recorrió desde los pies hasta el alma, y me sentí rebrotar de regocijo como una rosa en su apogeo primaveral.
         Papá y mamá volvieron, mientras dormía, en una visita inesperada.

Te quiero mamá. Te quiero papá.


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