MÚSICA PARA EL ALMA

sábado, 30 de agosto de 2008

HISTORIA BREVE DE OTRA HISTORIA ENTERRADA

Historia breve de otra historia enterrada

No había hablado nunca, pese a que había aprendido y gastado muchos verbos a lo largo de su vida, mientras conversaba en silencio con los dibujos animados que veía y las paredes en las que se refugiaba de la realidad más abrumadora. Había aprendido palabras con las que expresarse. Y sin embargo, tenía una voz enterrada en esa garganta ahogada siempre por un nudo interminable de tristeza.
Hasta ese momento, nadie le había pedido que relatara algo, salvo los atentos légamos en los que se reflejaba su soledad en tiempos de virulentos aguaceros, y los muros tostados de un patio y una ciudad que esperaba la canícula. Francisco, un chavalín de doce años que iba a terminar la primaria, los tenía como confidentes. Eran las líneas de todos sus cuadernos, las veredas de tinta en las que escribía cuanto se le pasaba por la cabeza, y los oídos para su voz, porque sus ojos entristecidos no entraban dentro del alcance de las miradas de los otros niños que jugaban en aquel patio, ajenos a tal párvula tragedia. Su emoción no valía la pena. Y tampoco cuanto podría tener que contar hasta que una niña, recién llegada a la escuela, decidió acercarse a su vera.
- Hola, Qué tal estás? Te he visto solo escribiendo algo, y me intrigaba saber qué hacías. Si se puede hablar contigo claro.
-Pues claro. Nadie me lo había pedido hasta ahora. Ahora mismo hablaba un rato con el viento. Sé que puede resultar complicado, pero muchas veces lo que nos rodea dice muchas cosas. Parece como si me dictaran cosas que aún no acierto a entender del todo. Es como una melodía cuyas notas suenan en mi cabeza sin avisar.
-Qué interesante parece lo que dices. No pareces un niño como los demás, aburridos y siempre tratando los mismos temas. Los Gijoe y los Action Man, y el matrimonio eterno entre Barbie y Ken. También eres único, porque pareces rehuirme la mirada. Tan sólo te pediría que me mirases, aunque sólo fuera un momento. Quiero descubrir algo en tus ojos.
-Lo cierto es que me he acostumbrado tanto a hacer que mis pupilas sobre el asfalto, que ahora me cuesta rescatar a estos ojos del barro. No tengo miedo de muchas cosas más difíciles de llevar a cabo. Y sin embargo, me atemoriza sobremanera mirar a alguien a los ojos, decirle dos palabras seguidas, preguntarle cómo está, y darle incluso un beso.
- Pues empieza a hacerlo conmigo. Mírame sin miedo.
- Vale. Ya lo hago.
-Tienes unos ojos lindos.....Cómo te llamas?
-Francisco. Gracias. Nadie hasta ahora me lo había dicho. Ya que hemos empezado, me gustaría enseñarte otra cosa que acabo de hacer mientras dialogaba con esta brisa.
- Qué es?
- Un poema. Quiero que lo leas.
-"Tan sólo estas paredes hablan,
porque todos ahora me entierran
la voz en esta soledad intrascendente.."
Es bastante triste. Aunque creo que tendrías mucho que decir. Es más, me ha emocionado leer. Pocas veces se tiene en cuenta algo así.
Me gustaría que habláramos más Francisco.
-Desde luego..... Ahora ya va a sonar la sirena. Hemos de irnos.
-Vale. Hasta mañana.
-Hasta mañana.

El momento tan ansiado había llegado por fin. Todo eran nervios y un rubor que ataviaba la mejilla de vergüenza, mientras algunas esteticistas daban aún más brillo a aquel rostro incrédulo que se mecía ahora entre espejos de bastidores. Habían pasado algunos años desde aquellas primeras sílabas cuya percusión había alcanzado algún oído. Y desde entonces, había llovido algo más que unas gotas de agua sobre una ventana en un día de tormenta. Francisco iba a hablar sin gastar más verbos embelsado en una pantalla. Iba a acercarse a un escenario y contar lo que había podido vivir. Cuando se hubo preparado bien, subió las escaleras que conducían a él, y después de una breve introducción de su libro "Historia breve de otra historia enterrada" en la que relataba lo que lo había inspirado a escribirlo, se dispuso a leer el primer poema, aquel que era el más emotivo en su opinión.

"A veces no me entiendo:
no me pesan los kilómetros..
..........

Cuesta tanto, a veces,
sacar los ojos del barro"

Después de un momento de silencio sepulcral, el auditorio estalló en una ovación ininterrumpida. No pudo más que llorar por la emoción y el hermoso sobrecogimiento que hacía pesado en aquel momento su corazón. Las mariposas en el estómago en esta ocasión no eran tna frágiles como aquellas que dibujaba sobre las paredes. Entre todas aquellas palmas agitadas, había unas especiales. Una mirada que le resultaba muy familiar. Era Dafne. Sus ojos verdes lo decían todo en aquel instante, regados en emoción al ver a su amigo de la infancia llorando de aquel modo tan tierno. "Ya te dije que merecías que alguien te escuchara. Y no que tus palabras quedaran enterradas en aquel trozo de barro. Al fin, tu historia ha sido rescatada del silencio, como te dije en aquel momento". Francisco, desde entonces, se convirtió en otra historia, tal vez, sin demasiados laureles. Pero, al fin y al cabo, algo relatado. Otra voz desenterrada.

0 comentarios: