SOÑAR NUNCA DEBIÓ MORIR
Soñar nunca debió morir,
cuando crecer se volvió algo más
que soplar velas en una tarta,
y estrellas en los lápices.
Soñar no debió quedarse nunca
en un pasatiempo de la infancia.
No debió pesar once años después
del peso alígero del primer lustro
en que podíamos dormir ne los columpios
sin temor a que se rompieran las asas
de la imaginación en que volaba.
Soñar no debí dejarlo atrás
de mis palabras.
Ahora sólo intento seguir volando,
soñando como antes.
Aunque ahora deba aprender de nuevo
a quitarme el barro de mis palomas
hechas ilusiones.
Soñar nunca debí dejarlo
como un pasatiempo de la infancia.
jueves, 28 de agosto de 2008
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