Los años pasan. Y fuimos jóvenes; no podemos negar que tan sólo lo fuimos. Sin embargo, es un error empeñarse en dar al espalda, a veces, a esos niños que fuimos algún día, cuando aún quedan ganas de jugar.
NIÑOS EN EL BOLSILLO
Crecemos. Y nos equivocamos,
a veces, al dejar encallados
aquellos barcos de papel
en los que tantos mares
de imaginación surcamos.
Crecemos. Y, casi siempre,
guardamos niños en el bolsillo.
Damos la espalda a aquellas risas
que de tanta alegría
llenaron el cielo,
aunque lloviese a cántaros
la tristeza en nuestros rostros.
Era hermoso mirar cómo los patos
nadaban, entonces, en el lago.
Y caminar con ellos sobre el agua,
cuando la mirada no nos lo prohibía,
cuando la venda de la edad
no asesinaba de muerte
a la inocencia.
Crecemos. Yo crezco,
y tú también, y todos.
Y, tal vez, vuelvo
a caer en el mismo error
de siempre.
Mañana, tal vez, procure
llevarme a mi niño de paseo
como en aquellos tiempos
en los que admiraba
tanto a los patos.
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