JUGUEMOS A QUERERNOS
Ahora contemplo niños
jugando a otra cosa
diferente del tiempo,
el agobio en los autobuses,
y el cansancio en las sonrisas.
Parecen ajenos al mundo,
y cruzan puentes de seda
hacia algún lugar llamado Sueño.
Yo propongo que hagamos
algo parecido a ellos
que nos lleve a otro sitio
no tan triste como esta ciudad
llena de besos agrios de asfalto:
juguemos a querernos.
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