VIVIR DE VERAS
Vivimos. Nos despertamos todos los días a una misma hora. Cumplimos de lunes a viernes con una rutina laboral que nos permite salir adelante, si es que es posible algunas veces desandar el camino como parecen hacerlo los cangrejos. Luego llegan las tardes y nos inundamos de momentos que recordar más allá de una oficina, pero a veces son pocos. Casi nunca bastan. Y nos falta siempre algo que nos permita afirmar que la vida implica algo más que pasar unas horas en el mundo para marcharse.
Cincuenta semanas al día tenemos dos días para descansar. Los ocupamos porque parece que algún vacío puede darnos demasiado miedo. Son cien veces veinticuatro horas en las que no sabemos a veces cómo discurrir sin volver a encerrarnos en lo que dirían los argentinos "laburo". Seguimos, pese a todo, viviendo como casi siempre. Viviendo como de costumbre. Viviendo de costumbres y rutinas que, a veces, no siempre son favorables. Vivimos casi sobreviviendo podría decirse.
Solo puedo, entonces, preguntarme. ¿Cuándo viviremos viviendo de veras? ¿Cuándo seremos la flor que no se pregunta si ha llegado la primavera para exhibir sus pétalos en pleno esplendor? ¿Cuándo viviremos sin más? Algún día supongo, tendremos que vivir sin pasar simplemente. Aunque provoque pánico que otra corriente pueda llevar lejos. Al final todos llegamos al mismo sitio. Y, mientras tanto, tendremos que aprovechar para vivir de veras.
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