Así como el otoño
arranca siempre las hojas
de la primavera, y los años
la sangre humana
de los calendarios.
Así te arranco siempre en mis versos
desde un suave recuerdo,
y te escondo un instante
del tiempo para que no pases,
y no te arranque el mundo
y su gravedad sonora
de estos latidos de infinito
con los que te quiero.
Los ojos transparentes
de mis lápices te tornan,
entonces, indeleble siempre
como si en tus huellas
no existieran ya lo pasos,
y la muerte solo fuese
una palabra llana sin acento
a la que tu poesía vence.
Y así como también
el ocaso arranca las tardes
atracadas de los muelles,
y el mar arrastra a mi continente
tus labios a merced de las ganas,
así te quiero.
Infinitamente.
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