CEMENTERIOS DE VIVOS
Me aterroriza algo aún más
que la propia muerte.
Me aterroriza ver cómo tantos
mueren aún con los pies y andando,
con el sueño abandonado y la utopía
vagando ya por alguna lejana memoria
que se pierde en la lontananza
de aquellos tiempos felices e inocentes.
Me aterran tantos cementerios
de vivos en los que grita la rutina
otra latido menos de belleza
en la ciudad, mientras intento
que no me alcance esa onda expansiva
de hastío y desgana,
y me pregunto si escapará
algún susurro a esta hecatombe
de atronador silencio conformista.
Por eso, ante tantos cementerios
de vivos vuelvo a encender la metáfora
como una flama de agua
en un poso de tierna melancolía,
y en un simple poema,
vuelvo a vivirme.
Sin tanto miedo
a los cementerios de vivos.
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