VERANO NUESTRO
Recuerdo que ardíamos,
y en un abrazo despedíamos
todo atisbo del invierno.
Las almas frías y lánguidas afuera
nos eran ajenas como la lluvia
en una tierra de barbecho.
En nuestros cuerpos
era siempre primavera.
Y de nuestro tacto brotaba
cada noche una semilla de calor
que inundaba de placer la estancia.
Daba igual que hiciera frio
y por la ventana entrara la ventisca.
Nuestros cuerpos entrelazados
siempre eran llanura de belleza
con la estable y cálida temperatura
de un arrumaco.
Recuerdo que nos encendíamos
entonces el corazón con un beso,
y que incendiábamos el mundo
en una fugaz manifestación de cariño.
Y no había nada que nos impidiera
vivir el verano nuestro de amarnos.
Afuera invierno.
Para nosotros, al amarnos,
siempre verano.
Verano nuestro.
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