DECIMOCTAVO DISCURSO HUMANO
(CASI SOMOS)
Esta tarde, hay algunas cosas que parecen andar con tejidos un tanto raros como pantalones y camisetas que les cubren el cuerpo. Otros entes que parecen asomarse a los balcones con los sueños viejos todavía en la pupila. Hay cosas pequeñas que corretean aún por el pueblo como en los viejos tiempos en los que el sonido de un trompo natural no lo sustitutían los watios y los gráficos de una videoconsola. Tiempos maravillosos que también parecían.
Hay cosas. Sí, demasiadas cosas. Cosas que se mueren de hambre en las esquinas sin nombre de la desidia. Cosas sin número. Cosas humanas. Cosas animales. Cosas tristes. Cosas que se sientan en los cuentos un rato mientras tienden puentes al infinito desde una servilleta con la única arma de la imaginación. Entidades extrañas que se parecen a unicornios sin cuerno que se visten de dramaturgos o bufones de una época sin demasiadas risas ni conciertos. Cosas que parecen ser. Solo lo parecen. Cosas de sonrisas y almas histriónicas y maquilladas. El mundo es un teatro, a veces, de sueños vacíos.
Y es que hay cosas. Cosas que andan, sienten y padecen. Cosas humanas que casi son. Como yo mismo. Como casi todos nosotros, que no tenemos muchas veces permiso para ser aunque ya seamos. Y casi somos entonces. Algo más que cosas.
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