AMANECÍA COMO NUNCA
Te brillaban los ojos, y amanecía,
aunque el cielo se hallara ya
tachonado de estrellas,
y la noche hubiese nacido
como de costumbre
de una tierna muerte vespertina.
Supongo que el amor
te había encendido la mirada.
Y amanecía como nunca.
Y amanecía como nunca.
Sin duda amanecía.
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