NO DEJES DE AMANECER
Puede que llueva,
y suenen los truenos,
y el cielo anuncie tormenta,
y la ciudad se envuelva
en un manto de agua
que riegue el asfalto
como la primavera la tierra,
y los esquejes de las primeras,
y más tempranas amapolas.
Puede que la tarde
sea un milagro del tiempo,
o la muerte lenta de otro día
igualmente perseguido
por los anteriores y su rutina.
Puede que ser que los días
se secunden unos a otros,
casi siempre grises,
y las nubes lloren tristeza
casi siempre mientras te ahogas
en una sempiterna melancolía.
Puede que todo eso ocurra.
Pero recuerda que siempre,
tras la noche, amanece.
Solo depende de cómo mires
el mundo alrededor
cuando despiertes, quizás,
con la hermosa desnudez
del alma en la pupila abierta.
Aunque llueva, haga mal tiempo
cuando te asomes a la ventana,
da siempre una calurosa bienvenida
a tu vida, cuando amanezca.
Y aún estés vivo para contarlo.
Ahora también anoche,
pero puede que siga amaneciendo
si siempre llevas contigo en los ojos
el sol de la esperanza.
Amanece. Siempre que puedas,
no dejes de amanecer.
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