EL SIMPLE HECHO DE MIRARTE
Crece la luz entre las nubes
como una dulce enredadera
en las balconadas de cualquier casa
solariega en cualquier lugar
de este inmenso mundo.
No entiendo cómo alcanza
tampoco esta luz más velocidad
de la permitida cuando algo
incendia de ternura mis pupilas.
Es como si se dispararan
algunas estrellas directas
al corazón, mientras ocurre
algo inaudito en el cielo.
Hay algo que lo despeja,
y calma la tormenta feroz
hasta tornar la lluvia
en la caricia húmeda de unas lágrimas
bajando milagrosamente
por la mejilla de alguna existencia.
Todo lo que sucede
en este mismo instante
perturba al tiempo, lo detiene,
mientras comienza a correr
la sangre en los latidos
como el vuelo acelerado
de un anhelo de querer,
a punto de desencadenarse
felizmente en un arrumaco.
Y desconozco si tú sabes
por qué. El simple hecho
de mirarte cambia el mundo.
Y destierra la belleza del asfalto
en que se esconde la poesía,
mientras la ciudad aguarda
que me mires para despejar
el cielo, y atravesarte
las desnudez en mis ganas
dulces de quererte.
Esto es todo lo que sucede
por el simple hecho de mirarte.
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