HASTA EN TU TRISTEZA
No sé cómo, pero me enciendes.
Eres como esa simple chispita
de luz que intensifica la lóbrega
luz de las farolas en una noche
en cualquier avenida del mundo,
y las fecunda de ese Sol
que, a veces, falta tras las ventanas
grises y melancólicas de la urbe.
Es distinto sin duda quererte,
aunque, a veces, no te quiera
en el sentido amplio del término,
sino más bien en el mundano
de mi defectuosa sencillez,
y me vea obligado a tomar la luna
como antídoto a la nostalgia
de tu tacto en mis abrazos vacíos.
La poesía me socorre también,
en ocasiones, cuando necesito el mar
y tu mirada me falta en las orillas
de las ganas de quererte conmigo.
Te escondes hermosa en una metáfora
como la mariposa en la flor
cuando liba otra gota de primavera,
y nace en la tierra otro retoño
sutil de tu tacto de amapola,
en todos los poros de mi alma.
Debo decirte, confesarte
que hasta en tu tristeza
eres lo más bello de todo.
Porque aun cuando te apagas,
me enciendes.
No sé cómo, pero hasta en tu tristeza
me enciendes.
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