REGALO ESPONTÁNEO
Estaba cansado de andar
sin más rumbo que la rutina
por los vericuetos de una existencia
fútil y triste, como un pez
encerrado dentro de una pecera,
con el mar en las narices.
Fue entonces cuando decidí
que lo mejor era que me sentara
a descansar del tiempo sin tiempo,
y de la música sin verdadera armonía.
En ese momento, sin saber por qué,
la tierra comenzó a regalarme flores
alrededor de las piernas y el alma,
sin más, espontáneamente.
Se me estaba abriendo el corazón
de par en par como una puerta
gigante a la belleza.
Supongo que la primavera aguardaba
a que dejara atrás ese sutil invierno
que envejece el corazón y el cabello,
cuando no se atiende a la quietud
inmensa y bella de la conciencia
verdaderamente libre.
Todo un regalo espontáneo
que llegó, cuando me senté
a descansar del tiempo sin tiempo
para abrazar el mundo, sin más.
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