LOS SUEÑOS NO DEBEN MORIR
Los sueños no deben morir,
cuando no existe la muerte.
Cuando todo parece vivo.
Cuando en los últimos coletazos
del verano aún se retrasa el otoño.
Y siguen floreciendo hojas de árboles
que siempre tienen frutas en las ramas.
Los sueños no deben morir,
cuando no queremos que nada perezca
como una última estrella que no quisimos
seguir pintando en los ojos,
porque quedaba demasiado lejos
el cielo entre papeles y facturas.
Porque hasta en el silencio, incluso,
nos vienen poemas a la palabra.
Cuando parece que no hay verbo
que no tenga que ver con la tristeza.
Llorar demasiadas fuentes de alegría
desde unos ojos que, tal vez,
derraman demasiadas cascadas
saladas que ciegan al sol que brilla
en lo más hondo de los túneles
en que precipitamos, a veces, la vida.
Y morir demasiado pronto
antes de vivir, tal vez,
sin darle tregua al corazón
que nos pide latidos sinceros
en un pecho casi siempre lleno de ventrículos
sin más golpe que un tiempo
demasiado calculado de existencia.
Los sueños no deben morir,
cuando no existe la muerte.
Y ahora, tal vez, quisiera
no pensar, tal vez, demasiado
en ese fantasma que me mata
tantas veces en una sola tarde.
Cuando tengo tantas
aún que vivir.
Creerme infinito,
porque el mar me espera.
Y no debe importarme ya
adónde lleve la raya del horizonte.
Porque los sueños no deben morir
siempre que la vida
siga despierta entre nosotros.
Poeta del Alba
martes, 16 de septiembre de 2008
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