NACIÓN DE LA FELICIDAD
.
He
vivido ya algunos años.
Mis
ojos han arrancado
desde
la pupila la inocencia.
La
inocencia pesa, a veces,
ya
cual sueño de mármol
en los
columpios de la fantasía,
que ya
no aguantan la gravedad
de
todos mis pasos tristes.
.
Y,
algunas veces, solo pienso
en
decir adiós a mi camino,
porque
parece que no queda camino.
.
Parece,
entonces, que en la ciudad
no hay
buses que conduzcan
a un
barrio cercano a la Felicidad.
.
Los
tranvías cargan melancolía.
Y en
las esquinas, a veces,
alguien
despide otra tarde igual
sobre
su sombrero de monedas,
sombra
y angustia.
.
Sin
embargo, vuelve a amanecer
siempre
en los ojos después de cada noche.
La
urbe se convierte ahora
en
asfalto de aire donde, a veces,
los
pies pueden propulsarse
a los
sueños sin queroseno,
ni
billetes de embarque.
.
Y
entonces pienso que la alegría
está
tan cerca como la sonrisa
de una
niña que ahora juega
a la
pelota en un parque.
.
Otra
loca bajita que aún se acuerda
de
imaginar otro mundo posible.
.
Y yo
así me quito el peso
de la
tristeza de los párpados.
No
espero a estar cansado
para
quitarme las cadenas
de la
realidad.
.
Y
embarco ahora de nuevo
otra
vez a la nación de mi felicidad.
Dicen
que debo hacer parada
primero
en mi esperanza.
.
Y pese
a todo, en este momento,
me
alegro de ser momento humano.
Otros
años más de historia
humana
sobre el paraíso
que
aún espera sin timón
mi
estela de ser y existencia.
0 comentarios:
Publicar un comentario