QUE SEAN LAS SEIS
Son ahora las nueve.
Y me encantaría
que anocheciera en tu mirada.
Y se detuviera durante un momento
la caída y muerte de la tarde
para habitar ese momento
eterno que dicen que dura
un beso cuando no se olvida
después de pegar los labios.
Y que así también sean
siempre las seis de la mañana
en el fulgor alegre de mis ojos
al contemplar los tuyos.
Sin pensar en que dentro
de otra hora darán las siete.
Y seguirá pasando
la eternidad de quererte.
A solas, a veces.
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