SIN DEJAR PASAR EL TREN
Ahora ya no aguardo
a que pase raudo
por las estaciones
de la primera, la tristeza,
las lágrimas o la nostalgia.
Me subo en cualquiera
de sus estancias sin miedo,
y entre viaje y viaje,
se suman saludos y adioses
como olas que remontan
el agua para descansar
tranquilas tras su brevedad
transparente de corriente.
Ya vivo con calma,
y conmigo mismo,
sin dejar pasar este
tren de un solo periplo:
la vida.
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