NO SABÍA MUCHO
No sabía mucho de nada.
No sabía mucho de la naturaleza,
el por qué de la primavera,
la gravedad del tiempo
y el planeta en que vivía
o por qué era triste
la muerte de un ser querido
No sabía mucho de nada.
No sabía mucho de puentes,
ciudades en las que trabajar
para ganarse el pan,
y otros muchos elementos mundanos.
No sabía nada de todo eso.
Pero tenía la mirada inmensa,
y el mar le surcaba la pupila
cada vez que osaba inocentemente
atravesar la utopía desde su inocencia.
En aquel lugar en que se columpiaba
cada hora del tiempo con él
como las hojas de un pino
mientras las mece la brisa,
las mariposas eran fuertes,
y los sueños no vencían
al acabarse el cansancio
efímero de cada noche.
No sabía mucho de nada
por aquel entonces.
Ahora bien, ya han llovido
los años sobre sus sábanas
habitadas de sueños.
Y parece que ha olvidado
eso de no pensar demasiado,
y que no importa no saber,
mientras se sepa vivir.
Yo también he crecido,
aunque me gustaría
volver a hablar con aquel
niño que no sabía mucho de nada.
Sé que me está esperando.
Solo me pide que tampoco,
al menos durante estos días,
no sepa mucho de nada.
Entonces, volveremos a vernos
con la mirada enorme y desnuda
directa hacia el amor.