COMPETITIVIDAD ¿HUMANA?
Tenemos que ser "competitivos". Escucho, leo, incluso llego a palpar esa expresión todos los días en muchas miradas perdidas de cuantas pueblan este mundo. Economistas serviles, magnates, altos burgueses y demás personajes pertenecientes al Olimpo social parecen no querer cejar en su empeño de crear un mundo de gladiadores proletarios, expertos del despilfarro y perfectos atletas acríticos de la carrera hacia la esclavitud y la indignidad en la que nos estamos adentrando. Todo por ser competitivos. Lo malo es que me temo que, en una carrera a cien metros, me sería imposible poder plantarle clara a ese Carl Lewis raudo y sin destino en el que se ha convertido la economía del planeta.
Lo repito. Tenemos que ser competitivos. Todavía me pregunto en qué puesto parto en esa competición. Eso sí, parece que debo participar en ella aunque no se me den bien las carreras cortas hacia ninguna parte. Yo soy más de carreras de fondo como la vida, y eso es algo deletéreo y pernicioso en estos tiempos que corren. Poco tiempo para el respiro y el pensamiento propio. La reflexión sobre lo que se cuenta y la posible crítica posterior no merecen la pena. Tornarían la competición en una caminata eterna de tortugas. Debemos ser competitivos. Debemos ganar esa carrera a la que todos llaman progreso, un avance imposible de ver en las emociones congeladas de las oficinas y los rostros atribulados. Yo procuro que mi corazón siga latiendo a ochenta pulsaciones humanas por minuto y no a las cien tecnológicas y artificiales que me imponen estas prisas absurdas por estar siempre a la última o ser el primero en todo. Me apetece copar el primer lugar en mis propias decisiones y desempeñar el cargo de general en mis propias batallas internas. ¿Y tú?
Y sí. Han leído bien: "ser general en mis propias batallas internas". ¿Y tú? Que nadie se equivoque si piensa que es totalmente libre cuando se impone correr a toda prisa para ganar la carrera por la que otros han apostado sin nuestro consentimiento fundado y razonado. Cuando alguien piensa en jubilarse pronto al ganarse un boleto a la felicidad con la lotería, es que algo no va bien. Cuando lo único que se escucha es que "esto es lo que hay" y nadie se cuestiona por qué falta el aliento al llegar el día y pasar de la oficina a la cama sin más opción de lunes a viernes (con suerte), y luego el domingo se vuelve a formular ese pensamiento de "ya vuelve a ser lunes", es que algo no va bien. Corremos, parecemos correr mucho. Cada vez más. Cada vez más, supongo, somos muy competitivos y leales a los mercados donde no huele a frutas y pescado precisamente. Y solo puedo decirme en mi interior en dónde queda la humanidad con tanta carrera.
Era mejor soñar sin pararse a pensar si se debía dormir o no. Mirar al vacío y no observarlo como si no hubiese nada. Creer que en esa nada podría haber algo nuevo, y no el abismo sin final que se pretende inculcar. Yo, mientras escribo esto, dejaré que Carl Lewis llegue a la extenuación extrema y procuraré vivir con algo más de calma. Así no estaré tan fatigado para afrontar lo que se avecina, supongo. Hoy tomo la decisión de no correr mucho. Si no soy competitivo, poco importa.
1 comentarios:
waooooo me encanto , esta entrada la vida es asi , se la pasa uno corriendo y no aprecia nada ... nos despertamos con las mismas y nos acostamos con las mismas
te espero por el blog
saludos.
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