RECUERDOS, SIMPLEMENTE
En ocasiones, o mejor dicho, casi siempre, lo único que sobrevive al tiempo. Lo único que vence el paso inexorable de las horas son los recuerdos. Imperecederos, inmortales, como el vaivén de un río que nunca cesa de ensancharse en el mar cuando muere su corriente para transformarse en océano. Lo único que no muere con el torrente inevitable de la sangre, y el paso de las manijas de los relojes es lo que aún conservamos en la memoria. El tiempo nos arruga el rostro. La vida nos va venciendo poco a poco. Nos encorva, nos deshace quizás. Nos derrite las ganas. Pero nunca las horas pueden deshacer los recuerdos que, tal vez, nos empeñamos en no olvidar. Simplemente, recuerdos.
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