LOCURA DEL MUNDO
Los peces no se ahogan
por surcar los mares
y seguir el instinto natural.
El colibrí vuela,
y no piensa que el viento
puede romperle nunca
las frágiles alas de una ráfaga.
La mariposa se divierte
sencilla revoloteando,
sobre la flor, sin importar
que en otoño se le caigan
las hojas a la rosa
de la que liba.
Y el delfín juega
con el rumbo y la estela
de los barcos cuando las ganas
le piden que el océano,
sus columpios de olas,
y su magia no le bastan.
¿Por qué nosotros entonces,
desde niños debemos parar
de soñar cuando suena
la alarma del fin del recreo,
y sin darnos cuenta
nos hacemos adultos
con el alma más pequeña?
¿Por qué debemos seguir
la locura del mundo,
y no ser
naturalmente humanos
y desnudos sin tapujos,
como el colibrí,
la mariposa, el delfín,
y los peces?
Yo ahora mismo no sé mucho
de nada de casi nada.
Pero quiero seguir
mi instinto.
El alma me comenta
que debo volar sin miedo
un rato hacia la utopía,
aunque en vuelos regulares
sea difícil llegar al anhelo.
Con el corazón
bien metido en la maleta.
Y ahí iré, lejos
de la locura del mundo.
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