SOLO PAPELES
Papeles. Solo papeles.
Siempre afuera, en la urbe,
tras los cristales de oficinas,
donde palidecen ángeles,
y se esfuman colibríes,
y mariposas de sueños,
parece que se celebra
una fiesta de papeles
tras la que estamos bien,
nos jubilamos y amargamos
la existencia a algún cajero
automático más que a nuestra
conciencia humana y desnuda.
Eso parece.
Papeles. Solo papeles
en las facturas
que parece
que nos debe costar la vida.
Y en el bolsillo, olvidada,
entre billetes está el alma
que aguarda que algún día
el poderoso papelístico
de D. Dinero la deje salir,
un rato a respirar poesía,
sin que se le ahogue la vida
entre mareas de hojas finas
sin más valor que el bancario.
Y solo papeles.
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