CARTA PARA UN AMIGO (SOBRE EL MIEDO)
Querido amigo:
Te he notado algo desazonado durante estos últimos meses. Te tiemblan las manos como flanes a los que aún no se les ha puesto el molde. Rezumas agobio por los fríamente húmedos poros de tu piel como sudor de rocío las rosas cuando ha llovido sobre la pradera, y la incertidumbre te corroe los pasos futuros, aunque sepas bien que solo valen más bien los que ahora das por la ciudad, por más que no te apetezca.
Supongo que tienes miedo. No temas mucho. Puede ser solo un amigo un tanto pesado. Puedes volverlo un pasajero temporal de tu existencia o un auténtico monstruo imposible de vencer cada día. Solo depende de cómo lo observes, de cómo lo trates y de si quieres que se quede demasiado tiempo contigo. No olvides que siempre va a estar acechándote, tras cada duda o vacilación. Tras cada vicisitud u óbice que puedas hallar en el camino.
Todo depende de si lo consideras un semáforo siempre en rojo imposible de saltarse, cuando hablamos de buscar lo pragmático en la vida, o si lo ves como una señal de ceda el paso hacia los sueños cuando sientas que ya no deseas lo que haces. Solo debes dejar que el amor y su fe inquebrantable en la utopía contrarresten dulcemente ese mohín de desespero que se te dibuja en la cara cuando toca a las puertas de tu pensamiento el pavor.
El miedo te susurra. Te habla. Te dice que frenes, que no vas a lo sencillo y fácil. Descuida. En ese instante, tus sueños y tu fe deben ser sencillamente más rápidos que él para dejarlo atrás otro rato más. Déjalo que rompa solo un instante en las costas abstractas de tus reflexiones, y que se funda a los pocos segundos como aquella de agua en el océano. Luego sigue nadando, y ansía el mar que te aguarda tras ella.
Y no temas mucho finalmente. Recuerda que el miedo es solo un amigo un tanto pesado al que pueden reemplazar tiernamente el amor y su fe inquebrantable en la utopía.
De corazón
Un amigo lleno de amor
Supongo que tienes miedo. No temas mucho. Puede ser solo un amigo un tanto pesado. Puedes volverlo un pasajero temporal de tu existencia o un auténtico monstruo imposible de vencer cada día. Solo depende de cómo lo observes, de cómo lo trates y de si quieres que se quede demasiado tiempo contigo. No olvides que siempre va a estar acechándote, tras cada duda o vacilación. Tras cada vicisitud u óbice que puedas hallar en el camino.
Todo depende de si lo consideras un semáforo siempre en rojo imposible de saltarse, cuando hablamos de buscar lo pragmático en la vida, o si lo ves como una señal de ceda el paso hacia los sueños cuando sientas que ya no deseas lo que haces. Solo debes dejar que el amor y su fe inquebrantable en la utopía contrarresten dulcemente ese mohín de desespero que se te dibuja en la cara cuando toca a las puertas de tu pensamiento el pavor.
El miedo te susurra. Te habla. Te dice que frenes, que no vas a lo sencillo y fácil. Descuida. En ese instante, tus sueños y tu fe deben ser sencillamente más rápidos que él para dejarlo atrás otro rato más. Déjalo que rompa solo un instante en las costas abstractas de tus reflexiones, y que se funda a los pocos segundos como aquella de agua en el océano. Luego sigue nadando, y ansía el mar que te aguarda tras ella.
Y no temas mucho finalmente. Recuerda que el miedo es solo un amigo un tanto pesado al que pueden reemplazar tiernamente el amor y su fe inquebrantable en la utopía.
De corazón
Un amigo lleno de amor
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