SE HABÍA ENAMORADO
Se había enamorado.
Le llovían nubes
de sus lágrimas como gotas
de aire en las pupilas.
Sobrevolaban sus sueños
las ganas de vivirlos con intensidad.
Y era, al fin, después de tantos años
sin inocencia tierna y pueril
aquel niño que se había quedado
solo y lejano en aquel rincón
del patio donde algún día
había jugado a la guerra
con granadas de azúcar.
La belleza de existir
La belleza de existir
desde la conciencia
le había pedido matrimonio
una vez más.
Aceptó. Y ahora escribe
el mejor poema de todos:
su vida plenamente feliz.
Se había enamorado sin duda
Se había enamorado sin duda
de toda su vida sin más.
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