NUNCA DIJO TANTO LA LUZ
Nunca dijo tanto la luz,
como cuando habla calladamente
de alguna estrella que también
nace y muere como el ocaso,
cuando atraca en los muelles
de asombro y embeleso
de mis ojos pequeños y humanos.
Nebulosas cargadas de cosmos,
constelaciones ingentes y espléndidas,
en las que un poema
surca otro periplo hacia encenderse
en alguna metáfora aún por concebirse,
como la masa de una estrella en ciernes,
cuando cae la noche en la urbe,
y amanece, y nace, sin más
otra ciudad de farolas titilantes
y estelares allende el horizonte
en las avenidas cósmicas
de la mirada.
Y un mar de chispitas galácticas
que, de cuando en cuando,
me inundan el espíritu
de la tierra cuando fecunda
el sol de abril la primavera.
Mientras la luna riela sobre el agua,
una estrella te besa esa mejilla
infinita de planetas y constelaciones
que llevas contigo, Universo.
Nunca dijo tanto la luz
como cuando nace o muere
una estrella, a veces, también
desde el fulgor enamorado
de la belleza.
Nunca dijo tanto la luz.
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