CARTA SUCINTA AL SEÑOR MERCADO
Estimado Sr. Mercado,
Lo echo de menos desde hace algún tiempo, concretamente desde que no pisa la ciudad de las conversaciones, los abrazos y los manjares en cuyas esencias se sumergían mi paladar y todos mis sentidos. Se ha marchado muy lejos. Ha partido hacia otros recónditos lugares más cercanos a un Olimpo de divisas y valores cuyos hoteles solo están reservados a inmortales seres de cifras y carne de pecunia. Se ha vuelto frío también Sr. Mercado. Y discúlpeme la intromisión. He de reconocer que su apretada agenda, en estos momentos, no le permitirá volver a deleitar ni al prójimo ni a mí mismo con sus ágapes y sencillos olores poblados de humanidad. Está bastante ocupado ahora viendo si rebotan índices y se aumenta el valor de algo etéreo que no se sabe muy bien lo que es: algunos osan llamarlo economía. También le acaparan mucho tiempo cumbres que no se casan con la nieve al asomarse el invierno a las ventanas de las estaciones y reuniones con monstruos encorbatados que no invierten precisamente en el alma. Y le digo en serio que me disculpe la molestia, pero solo puedo hastiarme al verlo ya solo en los periódicos sin aumentar nada más que el capital sin corazón de los parqués en cuyos escenarios no se columpia la cándida inocencia de unos niños. El capital humano ya parece no interesarle demasiado, y eso me entristece bastante.
Debo decirle, asimismo, que me cansa verlo junto con familiares de mucho riesgo, como una prima que parece llevarlo de la mano hacia un destino bastante poco halagüeño. Tenga cuidado que, como reza el refrán: la sangre muchas veces no lo es todo. Temo por usted ya y por lo que era antes de convertirse en una especie de deidad cuyo poder rebasa con creces al de los gobiernos de marionetas y corbata que rigen nuestros destinos. Temo por usted, porque ya parece que se le acabó el tiempo que antes le sobraba para brindarme frutas, verduras frescas y alimentos de cosecha. Ahora parece el momento de cultivar mentiras y avivar una corriente de aire y viento cargada de papel moneda. Ya usted no es lo que era mientras paseaba con mi madre por sus pasillos mundanos y recorría siempre las antesalas de la nostalgia con usted y su dulce ausencia de la mano. Me falta su compañía en estos tiempos en los que la soledad se convierte en la única acompañante del camino, pero no quiero extenderme más. Tan solo quiero reiterarme en lo ya dicho. Lo echo de menos desde hace algún tiempo, concretamente desde que se empezó a juntar con hermanos de apariencia un tanto extraña y familiares cercanos de riesgo.
Atentamente lo saluda,
Un ser humano ávido de su presencia
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